miércoles, 17 de noviembre de 2010

DOMINUS FLEVIT
TRIGÉSIMA TERCERA SEMANA DEL T. O.

JUEVES
SAN LUCAS 19, 41-44

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=XKDBd_Bwvug

Y cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ella, diciendo:
—¡Si conocieras también tú en este día lo que te lleva a la paz! Sin embargo, ahora está oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti en que no sólo te rodearán tus enemigos con vallas, y te cercarán y te estrecharán por todas partes, sino que te aplastarán contra el suelo a ti y a tus hijos que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de la visita que se te ha hecho.

Cada vez estaba más cerca Jerusalén. Todos ibais un tanto tristes, cansados. El camino, las cosas oídas, los comentarios, los anteriores rechazos; todo había hecho que caminarais un poco tristes. Y Tú, Señor, “cuando te acercaste, al ver la ciudad, lloraste por ella”. ¡Lágrimas divinas sobre la ciudad santa!

Y, como hablando contigo mismo o con la ciudad entera, comenzaste a decir: ¡Si conocieras Tú en este día lo que te lleva a la paz! Los discípulos te rodearon y te acompañaban. Oían que Tú hablabas, pero nada decían. Estaban asombrados y quizás lloraban contigo.

Y adelantaste, como en una pantalla gigante, los duros acontecimientos futuros. Y viste los enemigos que rodeaban la ciudad, y viste las vallas, y viste cómo estrechaban la ciudad por todas las partes, y cómo era aplastada, y cómo morían sus hijos, y cómo no quedaba piedra sobre piedra: y viste todo, Señor.

Y, aunque nada dice el Evangelio, me imagino que volviste a llorar. Y lloraste lágrimas de pena y de perdón. Y contigo lloraron tus discípulos, y las mujeres que te acompañaban, y lloró tu Madre que se hizo presente en aquel momento, y lloraron las piedras, y las nubes, y el cielo.

¡Misteriosas lágrimas del profeta! ¡Misteriosas horas de realidades trágicas! ¡Misteriosas horas de dolor y tragedia! Y sin embargo, Señor, permanecías sereno, tranquilo, apacible. Yo no quiero decir nada, ni pensar nada, ni imaginar nada. Sólo espero de tu ayuda un hálito de fuerza y de alegría.