sábado, 27 de noviembre de 2010

CORONA DE ADVIENTO
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
 EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 24, 37-44

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=Y6zYBJeTXw4

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-- Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del Hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre.

La liturgia de este primer domingo de Adviento es una llamada a la purificación y renovación de nuestra vida: “Venid, subamos al monte del Señor, caminemos a la luz del Señor”, leemos en la primera lectura. “Vamos alegres a la casa del Señor”, hemos cantado con palabras del salmo 121. “es hora de espabilarse, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando comenzamos a creer, nos advierte San Pablo. “Dejemos las actividades de las tinieblas y conduzcámonos como en pleno día, caminemos en la luz”, insiste el Apóstol.

¿Qué significa subir al monte del Señor, ir alegres a la casa del Señor, caminar en la luz?

Para nosotros, subir al monte del Señor, ir alegres a la casa del Señor, caminar en la luz, significa acercarnos al Señor, vivir en gracia de Dios, significa iniciar un camino de conversión, significa estar preparados, significa vigilar, vivir lejos del pecado.

Conseguir todo esto supone esfuerzo, atención, vigilar.

Claramente lo dice el Señor, como lo acabamos de escuchar en el evangelio: “Estad en vela para estar preparados”; para poder escuchar al Señor, para descubrir al Señor que viene.

El Adviento, pues, es un buen momento para volver a descubrir al Señor que viene; para descubrir el “día del Señor” y su momento central que es la Eucaristía.

Cada domingo, cuando venimos a la Iglesia, el Señor se nos hace presente, nos da su palabra y su alimento, nos prepara, con amor de padre, para la fiesta eterna del cielo.

En efecto, en la celebración de la eucaristía recordamos los hechos salvadores de nuestra fe: el nacimiento de Cristo, su vida pública, su pasión, su muerte, su resurrección.

Y en la Eucaristía proclamamos la gloria del Señor que nos aguarda; cuando, ante la exclamación del sacerdote: Este es el misterio de nuestra fe, respondemos: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús.

Ojalá aprovechemos el momento!, que el año litúrgico que comenzamos con el Adviento, rompa la monotonía y la rutina del tiempo material y pensemos más en el tiempo de la salvación, en el hoy de Dios que nos espera.

Que vivamos las exigencias de nuestra fe, evangelicemos a nuestro alrededor y contribuyamos con nuestra vida a la transformación del mundo según la justicia, el amor y la paz que son los signos de identidad del reino de Dios.