lunes, 26 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA
Así no podían seguir. Y aunque faltaba poco para la meta, había que arreglar aquello. Los jóvenes que no se habían percatado del desaguisado, se acercaron a sus mayores para ofrecer fuerzas y tiempo. Los bueyes como conocedores del peligro habían aflojado el paso. 

Todo indicaba que la llegada al destino iba a ser más tardía de lo previsto. Yo aproveché para rememorar tiempos pasados, pero pronto se hizo de noche y todo quedó en silencio y penumbra.

Aquella noche no pude pegar ojo. Los ronquidos de los hombres mayores, el fuerte respirar de los bueyes y, sobre todo, el monótono “buar” de un mochuelo cercano, no me dejaron reconciliar el sueño. 

Aproveché el tiempo para recordar los días pasados a la intemperie bajo el brillo de las estrellas; las mañanas serenas y el dulce roce del sol que me acariciaba generoso. También vinieron a mi memoria el lento crecimiento de mi tronco y de mis ramas. Aquellos años  -¡cuántos han pasado ya! en que iba notando que cada vera era más alta, más fuerte, más robusta.
PARA VER Y ESCUCHAR