martes, 14 de septiembre de 2010

SEMANA DEL T. O.

MIÉRCOLES
SAN LUCAS 7, 31-35

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://www.vatican.va/

Así pues, ¿con quién voy a comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a los niños sentados en la plaza y que se gritan unos a otros aquello que dice: Hemos tocado para vosotros la flauta y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado». »Porque viene Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y decís: “Tiene un demonio”. Viene el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: “Fijaos: un hombre comilón y bebedor, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría queda acreditada por todos sus hijos.

La plaza de los pueblos era el lugar de reuniones. Allí acudían a comprar, a vender, a realizar contratos; o simplemente a charlar o a pasar un momento de descanso. Por la plaza transitaban los animales cuando iban a abrevar o pasaban hacia los campos de trabajo. Hasta los perros la cruzaban en miles de ocasiones. Pero los más estables eran los niños. Allí iban a divertirse en sus juegos, a correr por sus rincones, a charlar con los amigos.

En tus tiempos, Señor, existía una costumbre que Tú mismo recoges en un momento de tu predicación. Se trataba de aquel juego de niños en el que unos tocaban la flauta, mientras otros bailaban al compás de la música. En efecto, los niños cantaban lamentaciones y entonces el resto lloraba sumido en la tristeza.

Pero a veces, —así es el ser humano— ante la alegría de unos, los demás no reaccionaban; y ante el dolor de otros, los unos permanecían apáticos. Es la señal del espíritu de contradicción que anida en el hombre.

La escena de los niños en la plaza que Tú, Señor, citas para hacer una comparación entre la generación anterior y la de tu tiempo, es posible que correspondiese a una escena vista por Ti en alguna ocasión, o, acaso, en el aquel mismo momento veías un grupo de niños “sentados en la plaza, gritándose unos a otros”.

En cualquier caso, es una comparación que transmite un mensaje: a Juan el Bautista que “no comía pan ni bebía vino” le tildaron de endemoniado; y a Ti, Señor, que comías y bebías, te acusaban de “comilón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores”. Era lo mismo que les ocurría a aquellos niños en la plaza: ofrecen alegría y responden con el silencio; transmiten dolor y la réplica es la indiferencia.

Con esta comparación tan plástica, enseñabas que lo mismo que el mensaje de Juan Bautista, no fue acogido por los fariseos ni por los doctores de la Ley, sino que fue acogido por el pueblo y por los publicanos, otro tanto iba a ocurrir con tu propio mensaje de salvación que sería acogido por estos últimos.

¡Igual que los niños de la plaza!