GLORIA LA PADRE, AL HIJO
Y AL ESPÍRITU SANTO
Texto íntegro de la homilía del Papa Francisco en la Misa en la Solemnidad de Pentecostés
Queridos hermanos y hermanas:
En este día, contemplamos y revivimos en la
liturgia la efusión del Espíritu Santo que Cristo resucitado derramó sobre la
Iglesia, un acontecimiento de gracia que ha desbordado el cenáculo de Jerusalén
para difundirse por todo el mundo.
Pero, ¿qué sucedió en aquel día tan lejano a
nosotros, y sin embargo, tan cercano, que llega adentro de nuestro corazón? San
Lucas nos da la respuesta en el texto de los Hechos de los Apóstoles que hemos escuchado (2,1-11).
El evangelista nos lleva hasta Jerusalén, al piso superior de la casa donde
están reunidos los Apóstoles. El primer elemento que nos llama la atención es
el estruendo que de repente vino del cielo, «como de viento que sopla
fuertemente», y llenó toda la casa; luego, las «lenguas como llamaradas», que
se dividían y se posaban encima de cada uno de los Apóstoles. Estruendo y
lenguas de fuego son signos claros y concretos que tocan a los Apóstoles, no
sólo exteriormente, sino también en su interior: en su mente y en su corazón.
Como consecuencia, «se llenaron todos de Espíritu Santo», que desencadenó su
fuerza irresistible, con resultados llamativos: «Empezaron a hablar en otras
lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse». Asistimos, entonces, a
una situación totalmente sorprendente: una multitud se congrega y queda
admirada porque cada uno oye hablar a los Apóstoles en su propia lengua. Todos
experimentan algo nuevo, que nunca había sucedido: «Los oímos hablar en nuestra
lengua nativa». ¿Y de qué hablaban? «De las grandezas de Dios».