viernes, 18 de enero de 2013

SENCILLAS VIVENCIAS


HAY SALUDOS Y SALUDOS

En la ciudad no es costumbre, de ordinario, saludarse por la calle. Así puede ocurrir que uno recorra una calle larga, pongamos por caso, Carlos III (Pamplona), y no salude a nadie. Y no es que el paseante de turno sea antipático o ruin de carácter, no; lo que ocurre es que no hay costumbre de saludarse por la calle. Costumbre, que no es mala ni buena; sino que al no existir tal costumbre, nadie se saluda.

Por otro lado, se entiende esta costumbre. ¿Qué sería pasear de la Plaza del Castillo hasta el Edificio de los Caídos, e ir saludando constantemente a todo el que se cruza contigo. Resultaría algo parecido a esto: ¡hola, hola!, buenos días, hola, qué tal, adiós, hola, hola, que tal, adiós, adiós, buenas tardes…., sería, como puedes apreciar, algo chocante, cargante, aburrido. ¿Lo entiendes? Yo si lo entiendo.

Lo que no puedo entender, es lo que me ocurrió ayer: al cruzarme por la calle, con un señor de mediana edad  (yo sacerdote católico), el buen señor (es un decir), profirió (en el mejor de los casos), el nombre de Dios en vano. ¡Vaya saludo!

Hice un acto de desagravio. Y sin que me oyera, como saludo, dije: “Bendito sea Dios, bendito sea su santo nombre”. Hay saludos y saludos.

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