HAY SALUDOS Y SALUDOS
En la ciudad no es costumbre, de ordinario, saludarse por la
calle. Así puede ocurrir que uno recorra una calle larga, pongamos por caso,
Carlos III (Pamplona), y no salude a nadie. Y no es que el paseante de turno sea
antipático o ruin de carácter, no; lo que ocurre es que no hay costumbre de
saludarse por la calle. Costumbre, que no es mala ni buena; sino que al no existir tal
costumbre, nadie se saluda.
Por otro lado, se entiende esta costumbre. ¿Qué sería pasear
de la Plaza del Castillo hasta el Edificio de los Caídos, e ir saludando
constantemente a todo el que se cruza contigo. Resultaría algo parecido a esto:
¡hola, hola!, buenos días, hola, qué tal, adiós, hola, hola, que tal, adiós,
adiós, buenas tardes…., sería, como puedes apreciar, algo chocante, cargante, aburrido. ¿Lo entiendes? Yo si lo entiendo.
Lo que no puedo entender, es lo que me ocurrió ayer: al
cruzarme por la calle, con un señor de mediana edad (yo sacerdote católico), el buen señor
(es un decir), profirió (en el mejor de los casos), el nombre de Dios en vano. ¡Vaya
saludo!
Hice un acto de desagravio. Y sin que me oyera, como saludo, dije: “Bendito sea Dios, bendito
sea su santo nombre”. Hay saludos y saludos.
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