domingo, 14 de julio de 2013

SENCILLAS VIVENCIAS

EL CURA, EL AMA DEL CURA, 
EL GATO Y EL PERIQUITO

EL GATO DE DON MANUEL PALACIOS

Tras bajar del tren en la Estación de ferrocarril de Barruelo de Santullán, “negra y fea” como el carbón, el hombre joven que había encontrado  en el tren, me acompañó amablemente hasta la casa del Párroco.

Vivía Don Manuel Palacios, que así se llamaba el Párroco, en la casa parroquial. Le atendía la señora Victoria, “ama de cura”, le decían. También eran huéspedes de la misma casa un hermoso gato, no recuerdo su nombre, y un simpático periquito, al que llamaban Pocholo.

La casa parroquial estaba junto al Ayuntamiento. Para acceder a ella, desde la Plaza Mayor, había que subir varias escaleras.  Hasta allí, me acompañó el hombre joven del tren. Y como sabía dónde estaba el timbre, se adelantó y lo pulsó con fuerza.

Nos recibió, sonriente y alegre, la señora Victoria. –Pasen,  pasen, nos dijo. El señor Párroco está dentro.  Pasen, pasen, repitió. Entramos los dos. El Párroco, Don Manuel me saludó con una sonrisa de oreja a oreja. Desde ese momento, me di cuenta, que Don Manuel era un hombre bonachón. El tiempo, más tarde, me lo confirmó. No me había equivocado.

Luego saludó al hombre joven del tren. ¿Cómo estás, “parlapuñaos”, le dijo, sonriendo. - Como una rosa, Don Manuel, le contestó. Aquí le presentó al joven cura. Hemos coincidido en el tren y me ha parecido oportuno acompañarle.

Nos sonreímos los tres. El periquito que volaba sobre nuestras cabezas, intervino con un simpático gorjeo. También el gato dio un brinco sobre la mesa de Don Manuel y siguió atento nuestra conversación. El ama del cura se había ido a sus labores.

(Seguirá)