jueves, 4 de marzo de 2010


Segunda Semana de Cuaresma
VIERNES
San Mateo 21, 33-43.45.46

Escuchad otra parábola:
—Había un hombre, dueño de una propiedad, que plantó una viña, la rodeó de una cerca y cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos de allí. Cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió a sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores, agarrando a los siervos y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y a otro lo lapidaron. De nuevo envió a otros siervos, más numerosos que los primeros, pero les hicieron lo mismo. Por último les envió a su hijo, pensando: “A mi hijo lo respetarán”. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: “Este es el heredero. Vamos, lo mataremos y nos quedaremos con su heredad”. Y, lo agarraron, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando venga el amo de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?
Le contestaron:
—A esos malvados les dará una mala muerte, y arrendará la viña a otros labradores que les entreguen los frutos a su tiempo.
Jesús les dijo:
—¿Acaso no habéis leído en las Escrituras:
La piedra que rechazaron los constructores,
ésta ha llegado a ser la piedra angular.
Es el Señor quien ha hecho esto
y es admirable a nuestros ojos?
»Por esto os digo que se os quitará el Reino de Dios y se entregará a un pueblo que rinda sus frutos. Y quien caiga sobre esta piedra se despedazará, y al que le caiga encima, lo aplastará.
Al oír los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sus parábolas, comprendieron que se refería a ellos.
Y aunque querían prenderle, tuvieron miedo a la multitud, porque lo tenían como profeta.

Los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo te escuchaban. Algo extraordinario habrían percibido en Ti. Como siempre también los Apóstoles y otros de tus discípulos te escuchaban. La parábola esta vez iba dirigida para los sacerdotes y ancianos. Lo habías pensado bien y lo dijiste.
Les hablaste de un propietario y de su viña; del cuidado que puso el labrador al plantarla; de la cerca de protección que construyó con esmero; de las atenciones precisas de cava y de guarda que en ella instaló. Y también, del arriendo que hizo a unos labradores; y de cómo después se había ido de viaje. Una parábola viva. Algo que entendían todos.

Y les dijiste además, que llegado el tiempo de la vendimia, aquel labrador quiso recibir la renta que le correspondía y mandó a unos criados a recogerla. Y fue entonces, cuando los renteros apalearon a uno, a otro lo mataron y a otro lo apedrearon. El dueño de la viña envió más criados e hicieron lo mismo con ellos. Al fin mandó a su hijo y a éste lo mataron.

Actitud cruel la de aquellos renteros. Consecuencia de la naturaleza dañada en su ser más profundo; comportamiento ingrato de hombres desagradecidos, rebeldes, egoístas. ¡Misterio de iniquidad!

Y Tu pregunta: “Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos viñadores? Tus oyentes contestaron: los hará morir y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a su tiempo. Fue en ese momento, cuando Tú, Señor, afirmaste: “esos sois vosotros”. Y por eso, a vosotros se os quitará la viña y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos.
Al fin, los fariseos se dieron cuenta, Señor, de que hablabas de ellos. Y en su nerviosismo decidieron echarte mano. Pero temían a la gente que te tenía por profeta.

¡Misterio de la iniquidad! ¡Qué misterio de amor! No me quedan otras palabras que decir: aumenta mi fe, ayuda mi incredulidad.