domingo, 25 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

 Y ME HABLÓ LA MADERA
Al día siguiente al entrar en la Iglesia volví a escuchar de nuevo a la Santa. Le pedí disculpas y le informé que antes iba a hacer la visita al Santísimo: tenía costumbre de hacerla todos los días. Me parecía una muestra de gratitud devolver la visita de quien en la Misa de la mañana se me había dado en comunión. Terminada la visita comencé un rato de oración. Me puse en la presencia de Dios y pedí ayudas divinas para hacer la oración y poder terminarla. Al concluir la oración -se me había hecho corta- seguí el relato de la santa:
“Después de un breve descanso de los animales, personas, los cuatro hombres y sus bueyes y carreta siguieron camino adelante. A uno y a otro lado del camino crecían hierbajos y malezas de distintas clases. El perro que corría hacia adelante y hacia atrás sacó de entre las malezas una liebre que persiguieron durante un rato sin lograr darle alcance. Unas águilas reales cruzaron los aires. A cierta altura. Y no muy lejos se oía cantar a un labrador que cultivaba sus piezas.
Los bueyes llevaban un paso rítmico, lento pero seguro. Las ruedas de la carreta chirriaban de vez en cuando. Y en su interior iba pensando en mi destino y, sobre todo, en mi futuro inmediato.
Los hombres mayores hablaron entre ellos en voz baja, algo que no pude comprender. Parecían iban preocupados. Al fin entendí el motivo. Uno de los ejes de las ruedas de la carreta amenazaba romperse.

PARA ESCUCHAR
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