lunes, 5 de julio de 2010

DÉCIMA CUARTA SEMANA DEL T. O.

MARTES
SAN MATEO 9, 32-38

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK  http://bb16.org/

Nada más irse, le trajeron un endemoniado mudo. Después de expulsar al demonio habló el mudo. Y la multitud se quedó admirada diciendo:
—Jamás se ha visto cosa igual en Israel.
Pero los fariseos decían:
—Expulsa los demonios por el príncipe de los demonios.
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en sus Sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando todas enfermedades y dolencias.
Al ver a las multitudes se llenó de compasión por ellas, porque estaban maltratadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos:
—La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

Cada día venía lleno de actividades. Y cada día traía su novedad y sus emociones. Terminabas de atender a una necesidad y de inmediato te llegaba una nueva súplica. Esta vez “te presentaron un hombre mudo, poseído del demonio”. ¡Un hombre que no podía hablar, y además estaba atado por el espíritu del mal. Un necesitado!

Nadie te dijo nada. Sólo te presentaron al hombre. Acaso fueron familiares de aquel desgraciado, acaso discípulos tuyos; acaso enemigos de tu Reino. No lo sabemos. Sólo sabemos que “de improviso” lo presentaron ante tus pies.

Y Tú, Señor, como siempre, empezaste por lo primero: “echaste fuera al demonio”. Y a continuación concediste el don del habla a aquel hombre, y “el mudo —el que hasta entonces era mudo— comenzó a hablar”. Quizás lo primero que te dijo fue: gracias; qui-zás te pediría perdón o tal vez te rogase ayudas futuras.

¡Era una maravilla ver y oír hablar al hombre que había sido mudo! Durante un buen rato sonaron los aplausos en la plaza. La gente “se maravillaba”, por eso, además de aplaudir y vitorear, decía: “Nunca jamás hemos visto tal cosa en Israel”. ¡Qué maravilla! Pero los de siempre decían: “arroja a los demonios por el pacto que tiene con el jefe de todos ellos”. ¡Qué cosas hay que oír! ¡Qué cosas hay que escuchar!

Pero Tú, Señor, no hiciste ni caso. Seguiste recorriendo las aldeas y ciudades, y enseñabas en las Sinagogas, y predicabas la buena nueva, y curabas y decías a tus discípulos: “La mies es mucha, hay que rogar a Dios que envíe trabajadores a su mies”.