EL VIEJO RINCÓN Y LA
PEQUEÑA VERJA
No es fácil hacer bien esta tarea. Se
necesitan herramientas adecuadas de las que no disponemos. Una simple escoba de
abaleo, y abalea que te abalea, al fin algo se consigue. Y las baldosas, poco a poco, van dando la cara.
Por este espacio de la verja, cuando el sol
aún no pega fuerte o ya se ido al caer la tarde, se puede pasear y leer, o leer y pasear que viene
a ser lo mismo. Cuando algún paisano pasa por la calle y te saluda, gentilmente
le devuelves el saludo y sigues leyendo.
¡Cuántos libros habré leído paseando por esta
verja en lo largos años de mi vida!
No el momento de recordar títulos, ni las hazañas en estos libros contadas, ni citar alguno de sus pensamientos, baste agradecer su trabajo y conocimientos, hechos letras. ¡Gracias a todos!
No el momento de recordar títulos, ni las hazañas en estos libros contadas, ni citar alguno de sus pensamientos, baste agradecer su trabajo y conocimientos, hechos letras. ¡Gracias a todos!
A veces, en esta verja, hemos organizado
sencillas tertulias nocturnas. Eran en esas noches de verano, después
de un largo día de calor, y llegaban esos momentos en los que el aire fresco animaba a la conversación.
Sencilla verja de casa, contemplada por el
escudo de nuestros apellidos, colocado en la pared, entre ventanas. Hoy desde la distancia, añoro el silencio y
candor de esta pequeña verja de la casa de mi pueblo.