EL PRIMER DÍA DE VACACIONES
Aquella misma tarde, como solemos hacer todos
los años, dimos una vuelta por las diferentes
dependencias de la casa, para comprobar que todo estaba en regla.
Enseguida nos situamos, cada uno en nuestra
habitación, de forma que parecía que habíamos vivido allí toda la vida.
El patio estaba lleno de geranios, algunos
con flores, otros esperando florecer de inmediato. El canto de las palomas
torcaces animaban el ambiente aquellas primeras horas.
Visitamos al Señor en la Iglesia Parroquial.
Hicimos un rato de oración. Algo que repetimos todas las tardes al caer el sol.
Luego un breve paseo, visita a la Virgen de la Piedad y retirada a casa para
cenar.
Tras la cena, una partida a cartas, entre los
hermanos. Gesto este que también repetimos casi todas las noches.
Y a las doce, a descansar. Como no se oía más
que el ruido del reloj cuando daba las horas, aquella primera noche dormimos de maravilla.