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En este momento el sacerdote
celebrante identificado con Cristo, hace lo que El hizo: toma el pan como Él en
sus manos... y dice su fórmula consecratoria, o sea, sus mismas palabras
omnipotentes y creadoras que realizan lo que significan, esto es, la misma
maravillosa con versión total o transubstanciación, que obraron en la última
Cena, al decir: " Tomad y comed: ESTO ES MI CUERPO que será entregado por
vosotros".
Terminada
la consagración del pan, el sacerdote levanta la sagrada Hostia consagrada, es
decir, muestra al pueblo el Santísimo Sacramento para que le adore,
humildemente oculto bajo los accidentes del pan. Después lo coloca sobre la
patena, puesta sobre los corporales, y se arrodilla él también para adorarle...
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Consagración del vino. Prosigue el relato de la Consagración del vino, en la
que el sacerdote celebrante pronuncia las mismas palabras que Cristo pronunció
sobre el cáliz: "Tomad y bebed todos de él porque ESTE ES EL CALIZ DE MI
SANGRE, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y
por todos los hombres para el perdón de los pecados. HACED ESTO EN
CONMEMORACIÓN MÍA".
El
sacerdote celebrante levanta a continuación el cáliz para que el pueblo lo vea
y pueda adorar la sangre de Jesucristo, la Víctima divina, y luego lo pone
sobre los corporales, y se arrodilla él también para adorarla.
Todos
debemos mirar con gran veneración y fe la Hostia Santa, al igual que en otro
tiempo los judíos miraban en el desierto aquella misteriosa serpiente, figura
de Cristo en la cruz y que Dios mandó hacer a Moisés, para que cuantos la
mirasen, arrepentidos de sus pecados, quedaran sanos.