sábado, 17 de julio de 2010

XVI Domingo del tiempo ordinario
Ciclo C. Evangelio según san Lucas
10, 38-42



CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://www.opusdei.es/

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: —«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.» Pero el Señor le contestó: —«Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.»

Nos dice el Evangelio de hoy que Jesús en cierta ocasión se hospedó en Betania, en casa de Marta y María, las hermanas de Lázaro. No fue esta la única vez. Allí acudió, a estar con los tres hermanos, otras veces según lo refiere San Juan. Se encontraba Jesús a gusto con aquella familia que le ama con sencillez y generosidad. Había en aquella familia calor de hogar, un ambiente de sosiego, de paz, de dicha serena y entrañable.

Con razón se ha considerado el hogar de Betania como un modelo para los hogares cristianos que, según la predilección de Jesús, debería parecerse al hogar de Nazaret.

Procuremos que nuestro hogar tenga ese calor de familia bien avenida, que sea un lugar en el que guste estar y vivir, un sitio para descansar y recuperar fuerzas, un rincón íntimo de nuestra vida en el que encontramos cariño y comprensión, consuelo y ánimo para la lucha y el trabajo de cada día, y descanso para las fatigas que la existencia humana acarrea.

Nos fijamos en Marta y María. Dos personas que a pesar de ser hermanas no eran iguales, eran distintas. Marta, nerviosa, inquieta, se preocupaba demasiado de las cosas materiales, se angustia porque no llega a lo que ella quería.

María por el contrario, tranquila y de carácter sosegado. Sólo cuando le dicen que el Señor está fuera y la llamaba se levanta y acude a Jesús... Y mientras Marta va de un lado para otro, María escucha arrobada las palabras del Maestro.

Dos actitudes distintas. Dos actitudes que han quedado en la vida espiritual como modelos de la vida contemplativa y la vida activa.

Dos actitudes que lejos de ser contradictorias, podemos afirmar que son dos facetas de la vida espiritual que se complementan.

Podemos vivir una intensa vida de oración, ser contemplativos y al mismo tiempo podemos trabajar sin descanso por el Reino de Dios.

Podemos estar metidos en el corazón del mundo con el ejercicio de una profesión determinada, y al mismo tiempo estar de continuo estrechamente unidos a Dios.

Vivir estas dos realidades, puede parecer imposible, o por lo menos muy difícil, pero lo cierto es que es eso, en definitiva, lo que enseña la Iglesia.

Esto es lo que nos enseña la Constitución "Lumen gentium" del Vaticano II cuando nos habla de la unidad de vida, y nos exhorta a no vivir una vida cara a Dios y otra cara a los hombres, sino que esa vida de cada día, la que se desarrolla en una actividad cualquiera, esté siempre marcada y sostenida por una unión íntima con Dios, gracias a una vida espiritual sólida, alimentada con la oración y la mortificación, con la frecuencia de sacramentos que haga posible vivir habitualmente en gracia de Dios.

Marta y María: Oración y trabajo. Unidad de vida.