viernes, 8 de octubre de 2010

VIGÉSIMA SÉPTIMA SEMANA DEL T. O.

SÁBADO
SAN LUCAS 11, 27-28

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.opusdei.es/art.php?p=36149

Mientras él estaba diciendo todo esto, una mujer de en medio de la multitud, alzando la voz, le dijo:
—Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.
Pero él replicó:
—Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan.

Entre seguidores y detractores, entre fieles y curiosos se había arremolinado junto a Ti, Señor, una gran multitud de personas. Hombres y también mujeres. Niños y niñas, jóvenes, ellos y ellas, lo que se dice, una multitud. Los más, estaban de tu lado; algunos, dale que dale, te contradecían. El ruido era enorme. Para dejarse oír había que levantar fuerte la voz.

Eso es lo que hizo una mujer de en medio de la multitud, levantó la voz, y a pleno pulmón dijo algo encantador, que a buen seguro te gustó escuchar, como les gustó oír a muchas de las gentes allí congregadas. Echó un piropo a tu Madre. Tu Madre que, de haber estado allí, se hubiera sonrojado de vergüenza. ¡Era tan buena, humilde tu Madre!

Pero Tú, Señor, que tanto querías a tu Madre, en esos momentos estabas en otras cosas. Y alzando la voz también, para que te oyeran todos, replicaste: “Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan”.

“Tal como lo ha entendido la Tradición de la Iglesia, estas frases son un elogio de la grandeza de Santa María. Por encima de su maternidad física, Jesús proclama tu fidelidad espiritual” .

Alguno de los presentes —si es que Ella no estaba allí— se lo contaría después a tu Madre. Y ella, seguro, diría una vez más: hágase en mi según tu palabra; entrando así, por elevación, en el grupo de los bienaventurados. Nosotros seguimos llamándola, con alegría y fuerza, bienaventurada.