martes, 9 de agosto de 2011

DÍA 9 DE AGOSTO DE


UN PASEO POR LA CARRETERA
DE CARRIÓN DE LOS CONDES


Hoy el paseo ha sido por la carretera que conduce a Carrión de los Condes. Esta carretera, como todas en la actualidad, está embreada, aunque el firme es áspero, incómodo para caminar.

Durante años esta calzada fue de tierra y piedra; de piedras partidas en trozos pequeños por los duros picapedreros. Otrora, eran abundantes los carros, tirados por mulas, que rodaban por su piel. Hoy son contados los coches y los tractores que circulan por ella.

Eran las siete y media de la tarde, cuando comenzamos el paseo; se trataba de hacer un poco de ejercicio físico y distraernos un rato. Caminábamos a paso lento y sin hacer demasiado esfuerzo. Un suave viento proveniente del sur soplaba sobre nosotros. A la vez que movíamos nuestros pies, movíamos también nuestras lenguas en amena conversación.

Los campos de labranza, a uno y otro lado del recorrido, aparecían segados. Pequeños matorrales por las linderas rompían el color monótono de los rastrojos y a los lados de la carretera, despuntaban hierbas verdes, recién retoñadas. Sólo alguna finca sembrada de girasoles rompía la monotonía de las tierras de blanca paja. Las cabezas amarillas de los girasoles daban un tinte dorado y brillante al contorno.

Pequeños chopos y acacias custodiaban, desde las orillas de un arroyuelo casi seco, los terrenos de cereal que se extienden ampliamente hasta juntarse en el horizonte la tierra con el cielo.

En lo alto de un cerro se alzaba una pequeña "casetucha", donde, dicen, que las abejas fabrican miel de tomillo. Un labrador con el rastro enganchado a un tractor, arañaba una finca de trigo ya cosechado.

El paseo se hacía tranquilo y suave. De vez en vez, un coche nos hacía orillarnos para evitar el peligro. Conversamos sobre los pinos plantados a la izquierda de la carretera, en una finca del Ayuntamiento, hace treinta años. Nos parecía que no estaban bien cuidados. Hierbajos comían parte de sus raíces. Habría que esperar más tiempo para poder extraer de esta plantación algún rendimiento, en madera o en resina. Todavía es pronto.

Hablamos también sobre la labor que hacía el labrador que conducía el tractor y que araba su finca. Y decíamos: el trabajo que acaba de realizar este labrador con su tractor, le habría durado a nuestro padre al menos tres días enteros. ¡Cómo han cambiado las cosas!

Hicimos algunas fotografías que acompañan este escrito. Era la hora de volver. Habíamos pasado un buen rato de la tarde.

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