lunes, 13 de diciembre de 2010

DOS HERMANOS ...
TERCERA SEMANA DE ADVIENTO

MARTES
 SAN MATEO 21, 28-32

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=tBOhZDvQs3o&feature=related

¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos; dirigiéndose al primero, le mandó: Hijo, vete hoy a trabajar en la viña. Pero él le contestó: “No quiero”. Sin embargo se arrepintió después y fue. Se dirigió entonces al segundo, le dijo lo mismo. Éste le respondió: “Voy, señor”; pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?:
—El primero, dijeron ellos.
Jesús prosiguió:
—En verdad os digo que los publicanos y las meretrices van a estar por delante de vosotros en el Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros con un camino de justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las meretrices le creyeron. Pero vosotros, ni siquiera viendo esto os arrepentisteis después para poder creerle.

Los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo —tras haber sido puestos en evidencia por Ti, Señor— trataron de ocultarse. Allí sólo permanecisteis Tú y tus discípulos. Y quizás algún curioso llegado más tarde.

¿Qué os parece?, dijiste. A tus palabras, todos abrieron los ojos, los oídos, el alma. Algo importante ibas a decir. En efecto, con la maestría que te caracterizaba, dibujaste con cuatro pinceladas, la actitud de aquellos dos hijos, requeridos por su progenitor para que fueran a trabajar en su viña.

Dos respuestas y dos actitudes distintas. Uno dijo que no iría y si fue; el otro dijo que sí iría y no fue. Luego formulaste la verdadera pregunta: ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? La pregunta parecía un acertijo, pero en el fondo era una pregunta que exigía una respuesta, Señor, llena de mensaje.

Este era el mensaje: las gentes de mala vida, los pecadores, el deshecho de la sociedad entrarán en el Reino de los Cielos, si de verdad se arrepienten. Al contrario, los que externamente prometen y a todo dicen que sí, pero luego no cumplen, se quedarán sin recompensa.

En realidad nos estabas hablando, Señor, de la necesidad de aceptar tu mensaje y de cumplirlo. No basta decir sí, sí, sino que hay que actuar, con ganas o sin ellas.

Tus discípulos, Señor, ante esta salida, se quedaron extrañados. Hubo silencio. Tú, Señor, recogido, callaste también.

Yo, ahora, te pido ayuda para que sepa conjugar el sí y el no, para que me acuerde que tengo que esforzarme.