Me acodaba ayer de una estrofa de la canción infantil: “Vamos a contar mentiras”, que dice: “Por el mar corren las liebres, por el mar corren las liebres, por el monte
las sardinas, por el monte las sardinas”.
Me acordaba, porque ayer las calles
de la ciudad parecían una mar inmenso. Caminabas por encima de agua, por encima de nieve blanda, siempre con la sensación
de no encontrar piso firme. Los
viandantes, en estos casos, cuando transitan así por la calle, dan una imagen chusca, chocante, rara.
Pensaba yo que algo parecido nos
ocurre cuando caminamos por la vida, recorriendo sendas extrañas, difíciles,
disparatadas, no normales. En el mejor de los casos damos la sensación de gente chocante,
rara, extraña. En una palabra, la sensación que dan las sardinas que corren por el monte o las
liebres corren por el mar. Unas y otras viven fuera de su ambiente.
El video de abajo da respuesta a esta pregunta que le hicieron a San Josemaria en 1972: ¿Cómo mantener la dignidad, dando la cara en un ambiente poco cristiano?
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