MI PRIMER ROSARIO
Llegó la hora de la comida. Había sido
preparada en la casa de mis padres. Para ello, hubo que desalojar habitaciones
y ordenar locales adyacentes. Todo era muy familiar, muy sencillo. Para evitar
un poco el trabajo a padres, hermanos, primos, se encargó hacer la comida a una
cocinera de fuera.
A la hora de servir, colaboraron todos. Especialmente mis
hermanas y primas. Resultó muy bien. Una comida abundante, barata, y a gusto de
todos. No es el caso de especificar el menú. Solo señalar, que de las sobras,
comimos y cenamos, los más allegados dos días más.
Si quiero contar un sencillo detalle ocurrido
en el trascurso de la comida. Habíamos empezado un poco tarde, y en entre unas
cosas y otras, llegó la hora del Rosario. ¡Qué hermoso! En aquellos tiempos,
todos los domingos después de comer se rezaba el Rosario en la Iglesia.
Pues bien, a lo que iba. Al oír la campana de
la Iglesia que avisaba al Rosario, me dijo mi madre: “José María, están tocando
al Rosario; ¿irás a rezarlo? Le dije que
sí. Me levanté de la mesa y “raudo y veloz”, me dirigí a la
Iglesia a rezar el Rosario.
Había púlpito en la parroquia,
así que me subí al púlpito y comencé a rezar el Rosario. Tengo de aquel Rosario
un recuerdo inmejorable. No se me ha olvidado nunca. Me sentí “servidor del
pueblo”, fue una hermosa forma de comenzar el ministerio.
Terminé el Rosario. Volví de nuevo a casa.
Allí estaban todos los comensales. Me recibieron con un gran aplauso. Recuerdo que a mis padres se les caía la baba.