Cuando volvía, ayer por la mañana, de la Iglesia a mi casa, me fijé en una
pequeña camioneta aparcada cerca de la entrada de mi portal. La camioneta era
del Ayuntamiento de Pamplona, de la sección de jardinería. Estaba cargada de un
material granulado de color amarillento.
En un primer momento, no advertí que podría
ser aquello. Pocos minutos después, cuando bajé a la calle, observé que la
camioneta seguía en el mismo sitio, pero ahora con las puertas traseras
abiertas y una carretilla en el suelo que sujetaba un joven jardinero.
Muy cerca, en zona verde, dos jardineros trabajaban
un espacio de rosales que habían cubierto del material granulado color amarillento
que yo había visto en la camioneta y después en la carretilla.
Eché una ojeada alrededor y vi más espacios de
rosales cubiertos con el mismo material y a otros dos jardineros que trabajaban
en esta tarea en ellos. Entendí que estaban cuidando los rosales depositando nuevos abonos, esta vez, de nuevos colores.
Más allá, tres jardineros más cavaban alrededor
de pequeñas plantas y arrancaban las hierbas y ramujas, con el propósito,
seguro, de echar a su alrededor el abono de marras.
Ante esta sencilla vivencia, pensé: ¡Cuánto cuidado,
para mantener en forma a unas sencillos rosales! ¡Cuánto mimo para proteger
unos pequeños árboles! ¡Buen ejemplo para los que nos dedicamos de la formación
de los espíritus!. ¡Buena lección para ponerla en práctica, sin cansarnos!