Los mitos nacionales sepultan a menudo
realidades históricas poco agradables al corazón del patriota. Felipe V no fue
un Rey impuesto por Castilla de la misma manera que la Guerra de
Sucesión no puede interpretarse como una guerra entre Castilla y los
reinos de la periferia ni la causa austracista identificarse con el sentir
de toda Cataluña. Hubo una Cataluña borbónica como hubo una Castilla
nobiliaria partidaria del archiduque Carlos de Habsburgo, el perdedor del
testamento de Carlos II. Y la contienda, lejos de resucitar tensiones
secesionistas, puso de manifiesto dos formas enfrentadas de entender España,
como ocurriría en 1833 y 1936.
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