sábado, 12 de febrero de 2011

SEXTA SEMANA DEL T. O.

DOMINGO (A)
SAN MATEO 5, 17-37

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK  http://vatican.va/


»No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud. En verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, de la Ley no pasará ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla. Así, el que quebrante uno solo de estos mandamientos, incluso de los más pequeños, y enseñe a los hombres a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. Por el contrario, el que los cumpla y enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. Os digo, pues, que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
»Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: Todo el que se llene de ira contra su hermano será reo de juicio; y el que insulte a su hermano será reo ante el Sanedrín; el que le maldiga será reo del fuego del infierno. Por tanto, si al llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, vete primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve después para presentar tu ofrenda. Ponte de acuerdo cuanto antes con tu adversario mientras vas de camino con él; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al alguacil y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que restituyas la última moneda.
»Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su corazón. Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo y tíralo; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te escandaliza, córtala y arrójala de ti; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
»Se dijo también: Cualquiera que repudie a su mujer, déle libelo de repudio. Pero yo os digo que todo el que repudia a su mujer —excepto en el caso de fornicación— la expone a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
»También habéis oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en vano, sino que cumplirás tus juramentos que le hayas hecho al Señor. Pero yo os digo: No juréis de ningún modo; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey. Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes volver blanco o negro ni un solo cabello.


En este texto, Señor, “enseñaste el verdadero valor de la Ley que Dios había dado al pueblo hebreo a través de Moisés y la per-feccionaste aportando, con autoridad divina, su interpretación definitiva”. No habías venido a abolir sino a dar plenitud a la Ley.

Tú añadiste a lo que fue dicho (por Dios) lo que ahora estableces. No anulas los preceptos de la Antigua Ley, sino que los interiorizas, los llevas a la perfección de su contenido, proponiendo lo que ya estaba implícito en ellos, aunque los hombres no lo hubieran entendido en profundidad” .

Señor, en este texto abordas también la cuestión del divorcio; restableces la originaria indisolubilidad del matrimonio, tal como Dios lo había instituido: y otras cosas más que ahora te agradecemos.

El verso 48 resume la enseñanza de todo el capítulo. Tú, Señor, llevas la Ley a su plenitud proponiendo la invitación de la perfección de tu Padre que está en los Cielos”.

De suerte que “el fin del cumplimiento de la Ley es llegar a la perfección o santidad de Dios. La criatura en sentido estricto no puede alcanzarla, pero la santidad de Dios es el modelo al que ha de tender” .

Ayúdanos a seguir tus enseñanzas, tus consejos, a no perderte de vista nunca.