lunes, 18 de octubre de 2010

VIGÉSIMA NOVENA SEMANA DEL T. O.

MARTES
SAN LUCAS 12, 35-38

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK 
http://video.google.com/videoplay?docid=-7537482264004045096#

»Tened ceñidas vuestras cinturas y encendidas las lámparas, y estad como quienes aguardan a su amo cuando vuelve de las nupcias, para abrirle al instante en cuanto venga y llame. Dichosos aquellos siervos a los que al volver su amo los encuentre vigilando. En verdad os digo que se ceñirá la cintura, les hará sentar a la mesa y acercándose les servirá. Y si viniese en la segunda vigilia o en la tercera, y los encontrase así, dichosos ellos.

Y, entre los consejos que diste para tu seguimiento, está la exhortación a la vigilancia, a no bajar la guardia, a no descuidarse en ningún momento. El pueblo nómada estaba acostumbrado a vigilar durante el descanso, podían llegar fieras, rateros, enemigos. Se imponía la vigilancia, la atención, la guardia.

Y para eso, Señor, diste precisos consejos: llevad “ceñidas las cinturas, encendidas las lámparas, la atención despierta, siempre con la mano en el gatillo, con la llave en la cerradura, dispuestos a defenderse, dispuestos a abrir.

Dichoso —viniste a decir—, el que vigila, el que está atento, el que permanece en la brecha, el que no duerme, el que no se deja embaucar, el que está despierto. Será feliz cuando llegue el amo y lo abra; cuando llegue el enemigo y lo ausente, cuando llegue el amigo y lo reciba.

Dichoso —seguiste—, porque el amo se pondrá a servirle; el enemigo no hará daño, cuando llegue el amigo y se vea reconoci-do, cuando llegues Tú y nos reconozcas. ¡Merece la pena vigilar, estar atentos!

Y estar atentos, siempre, en la primera hora, en la segunda vigilia o en la tercera. Siempre. Ayúdanos, Señor, a preparar la torre, la atalaya; a escoger las flechas o el fusil; a mirar por el miradete del Castillo; a hacer la guardia; de día y de noche, a media tarde y al anochecer.