Las dos iban a Misa: Madre e hija. Yo también
me dirigía hacia la Iglesia. Tras el saludo habitual de “Buenos días”, les pregunté.
¿Qué tal? ¿Todo va bien? Al unísono me contestaron: “Sí, todo va bien”. “Bueno,
lo que único que pasa –dijo la joven- es que no puedo correr”. “Lo importante,
dije yo, es que te puedas mover de un sitio para otro con normalidad”.
“En efecto. Además, si no puedo correr –dijo la
joven-, que espere la Villavesa”. Y se sonrió. Yo también me sonreí y se sonrió la madre.
Hablamos de otras cosas: de la familia, del
trabajo... Más tarde, cuando me separé de madre e hija y repensé la
respuesta de la joven, llegué a esta conclusión: “Que hermoso es aceptar, con
alegría, la voluntad de Dios”.
Y me acordé de unos puntos de Camino que a
continuación te copio para que los leas, medites y vivas:
“Resignación?...
¿Conformidad?... ¡Querer la Voluntad de Dios!” (757).
“Acto de identificación con la Voluntad de
Dios: ¿Lo quieres, Señor?... ¡Yo también lo quiero!” (762)”.
“Escalones: Resignarse con la
Voluntad de Dios: Conformarse con la Voluntad de Dios: Querer la Voluntad de
Dios: Amar la Voluntad de Dios”.(774).