lunes, 25 de octubre de 2010

GRANOS DE MOSTAZA
TRIGÉSIMA SEMANA DEL T. O.

MARTES
SAN LUCAS 13, 18-21

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.opusdei.es/art.php?p=22532

Y decía:
—¿A qué se parece el Reino de Dios y con qué lo compararé? Es como un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo echó en su huerto, y creció y llegó a ser un árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.
Y dijo también:
—¿Con qué compararé el Reino de Dios? Es como la levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina hasta que fermentó todo.

Señor, te interesaba ayudar a los necesitados, curar a los enfermos y consolar a los tristes; te importaba que las gentes descansaran y se abastecieran de pan y de peces; pero lo que nunca se iba de tu cabeza, Señor, era dar a conocer la naturaleza del Reino de Dios, que habías iniciado aquí en la tierra y tendría su culminación en los cielos.

Y lo hacías de mil modos, pero la forma que más te gustaba utilizar era la parábola. En el uso de las parábolas eras verdaderamente un experto. Te salían bordadas, les dabas siempre un aire tan personal que eras un especialista. Tú lo sabías y otras personas te lo habían dicho, empezando por tus discípulos, amigos y gentes que te seguían.

Esta vez, utilizaste el grano de mostaza. Tal vez, junto a José, tu padre adoptivo, más de una vez quizás lo habrías plantado en el huerto de tu casa. Aún recordarías las alabanzas que echaba José a esa planta. En verdad, José se parecía a la mostaza. Dios le sembró pequeño, desconocido, humilde, luego creció y fue capaz de cobijar en sus manos fuertes como robles, nada más y nada menos que al Hijo de Dios.

Pues así es el Reino de Dios, como José, como la mostaza, pequeño, insignificante; pero luego crecerá tanto —Tú lo veías en lontananza con claridad—, que sus ramas serán enormes y en ellas anidarían millones de personas.

Y dijiste también: el Reino de los cielos es como la levadura que tomó una mujer. Y ahora, seguro, pensaste en tu madre, María, que con frecuencia mezclaría la levadura con medidas de harina, y ante el asombro de tus ojos de niño y la alegría de José, todo fermentaría en la artesa.

¡Cómo fermentaría con el paso de los tiempos tu palabra en la Iglesia! Y Tú, Señor, elevando ahora los ojos al cielo, dabas gracias a Dios Todopoderoso. Y yo ahora, también te doy gracias.