viernes, 9 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA

Amanecieron nuevas auroras y llegaron nuevas puestas de sol. Y también presencias de lunas y risas de millares de estrellas. Y por dentro, un cosquilleo fino y suave de risas y de flores.
Y a mí alrededor, todo siguió igual. Yo iba sintiendo que el tiempo pasaba, que los horizontes cada vez eran más largos y que los espacios se hacían más hermosos. Y vivía feliz y tranquila”.

La parrafada había sido larga, desconcertante, pero yo la había escuchado entusiasmado. 
Me levanté, salí del templo. Recorrí dos calles dirección norte y me encontré con un anciano que caminaba despacio por la cera de la derecha de su calle. Le saludé con amabilidad y él respondió con parecido saludo. Hablamos de la familia, de los hijos, de los nietos. Me despedí del anciano y me fui a casa. Era la hora de comer.

PARA ESCUCHAR