jueves, 23 de septiembre de 2010

¿Quién dicen.......?
VIGÉSIMA QUINTA SEMANA DEL T. O.

VIERNES
SAN LUCAS 9, 18-22

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://www.vatican.va/

Cuando estaba haciendo oración a solas, y se encontraban con él los discípulos, les preguntó:
—¿Quién dicen las gentes que soy yo?
Ellos respondieron:
—Juan Bautista. Pero hay quienes dicen que Elías, y otros que ha resucitado uno de los antiguos profetas.
Pero él les dijo:
—Y vosotros ¿quién decís que soy yo?
Respondió Pedro:
—El Cristo de Dios.
Pero él les amonestó y les ordenó que no dijeran esto a nadie.
Y añadió que el Hijo del Hombre debía padecer mucho y ser rechazado por causa de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser llevado a la muerte y resucitar al tercer día.

Te gustaba, Señor, quedarte solo y aprovechar para hacer oración. No sabemos cuánto tiempo empleabas en estos menesteres, pero parece que bastante. ¡Cómo sería tu oración, Señor! ¡Qué cosas saldrían de tu corazón y de tus labios! ¡Cómo bendecirías al Padre! ¡Cómo pedirías cosas buenas para nosotros los hombres!

Allí estaban también tus discípulos. Y de Ti aprendían a hacer oración; y de tu estilo de vida aprendían a recogerse en el silencio. Te observaban y procuraban copiar tus gestos y movimientos; y, sobre todo, tu talante y tu actitud.

En uno de estos descansos, o acaso en un final, les preguntaste que quién decía la gente que eras Tú. Tú bien lo sabías, pero querías oírlo de su boca. Y ellos, con total confianza, sin miedos, te dijeron que había de todo, que si unos decían que eras Juan el Bautista, otros, que si eras Elías, y otros, que si eras un Profeta de los antiguos.

Y Tú: y vosotros, ¿qué decís? Y Pedro: ¿Tú?, Tú eres el Cristo, ¿quién si no? No hay duda. Tú eres el Cristo de Dios. Entonces Tú, Señor, sonreíste; los Apóstoles se rieron todos a la vez, y llenos de alegría, brincaron de contentos y felices, agitaron las manos y movieron con fuerza sus túnicas.

Y Tú: Un momento. Os pido, por favor no digáis nada de esto. A nadie digáis nada. Y ellos, nada dijeron. Sólo más tarde, lo recordarían, lo contarían, los escribirían en letras de molde.