lunes, 28 de junio de 2010

DÉCIMA TERCERA SEMANA DEL T. O.

MARTES
SAN MATEO 8, 23-27

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://unav.es/

Se subió después a una barca, le siguieron sus discípulos. De repente se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y se le acercaron para despertarle diciendo:
—¡Señor, sálvanos que perecemos!
Jesús les respondió:
—¿Por qué os asustáis, hombres de poca fe?
Entonces, puesto en pie, increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma. Los hombres se asombraron y dijeron:
—¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?

Aunque Tú, Señor, y tus discípulos erais pobres, ¡os faltaban tantas cosas!, disponíais de una barca para hacer las travesías necesarias. A lo mejor, la barca que Tú usabas, Señor, era prestada o de algún discípulo tuyo. Para el caso, da igual, lo que Tú nos enseñas es: a la hora de usar las cosas, lo que importa es usarlas como medios, no como fines. Para Ti, Señor, la barca propia o prestada era un medio para realizar la misión que te habías programado: predicar la buena noticia a los hombres.

Y tus discípulos, Señor, te siguieron. Iban contigo a casi todos los sitios. Aprendían de tus enseñanzas, tus consejos y, sobre todo, aprendían a vivir desprendidos, fijándose en tu vida. Te veían Señor de todas las cosas, pero despegado de ellas; lleno de sabiduría, pero acudiendo a ejemplos sencillos; lleno de virtud, pero presentándote humildemente.

Así caminabais en la barca: hablando unos con otros; quizás descansando del trabajo del día; acaso programando nuevos proyectos, nuevas rutas. En esto, “de repente se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca”. Y Tú, Señor, dormías.

¡Cuántas veces, a lo largo de la historia de los hombres, la barca de tu Iglesia se ha visto sacudida por las olas de las persecuciones; por las dificultades internas de sus miembros; por los ataques del enemigo malo y por los perversos ejemplos y actitudes de hombres malvados. Y Tú, Señor, mientras, haciendo como que duermes, como si contigo no fueran las cosas!

Y entonces —el viento arreciaba—, tus discípulos te despertaron; y a gritos, llenos de miedo, acudieron a Ti: Señor, sálvanos que perecemos. Así ha sido siempre nuestro comportamiento: acudir a Ti llenos de miedo ante las dificultades y pedirte intervengas con tu ayuda, y nos eches una mano.

Hoy como entonces llegó tu corrección: ¿Por qué os asustáis, hombres de poca fe? Nos falta fe, Señor; nos falta seguridad. Y a continuación, Tú, Señor, “puesto de pie” interviniste: y las dificultades desaparecieron y llegó la calma.