viernes, 26 de febrero de 2010




Primera Semana de Cuaresma
SÁBADO
San Mateo 5, 43-48

»Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéis? ¿No hacen eso también los publicanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso también los paganos? Por eso, sed vosotros perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto.

Se dijo en el mandamiento antiguo: amarás al prójimo y aborrecerás al enemigo. Pero yo os digo: “amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen, rezad por los que os persiguen y calumnian”. El cambio es espectacular, notorio, enorme.

Así actúa —señalaste— nuestro Padre del cielo: regala el sol a buenos y malos; manda lluvia a justos e injustos; a todos trata con amor, consideración, respeto. Eso mismo tenemos que hacer nosotros y así seremos hijos del Padre que está en el cielo. La comparación era clara. El paso era grande, el cambio significativo.

Luego formulaste unas preguntas: “Si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Si saludáis sólo a vuestro hermano, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?” y Tú, Señor, querías de nosotros algo más, mucho más; de ninguna manera los publicanos y paganos no deberían ser regla de conducta para los que te queríamos seguir.

Por eso, añadiste: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto. Ahora sí que nos colocas el listón alto. Perfectos como el Padre celestial. Meta alta, pero sugerente; difícil, pero alentadora. Siempre podremos y deberemos hacer las cosas mejor: hasta llegar al Padre.

Dijiste que hay que buscar la perfección. Y la perfección no está en cumplir la ley natural —la que pueden cumplir los paganos— ni siquiera la ley mosaica, que la cumplen los publicanos y fariseos; sino que está en cumplir la ley Nueva, tu ley, Señor.

Y esta ley nueva tiene un mandamiento nuevo, amar a los demás como Tú los amas; sin hacer distinciones; amar a todos: a amigos y enemigos; a buenos y malos; a justos y a pecadores, amar a todos teniendo en cuenta las exigencias de la justicia, de la piedad, de la necesidad, etc. Así, sólo así, seremos buenos hijos de Dios; sólo así, llegaremos a parecernos cada vez más a Ti, nuestro modelo.