martes, 9 de noviembre de 2010

Y LOS OTROS NUEVE
TRIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T. O.

MIÉRCOLES
SAN LUCAS 17, 11-19

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=WD5tHPS0rW0

Al ir de camino a Jerusalén, atravesaba los confines de Samaría y Galilea; y, cuando iba a entrar en un pueblo, le salieron al paso diez leprosos, que se detuvieron a distancia y le dijeron gritando:
—Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros.
Al verlos, les dijo:
—Id y presentaos a los sacerdotes.
Y mientras iban quedaron limpios. Uno de ellos, al verse curado, se volvió glorificando a Dios a gritos, y fue a postrarse a sus pies dándole gracias. Y éste era samaritano. Ante lo cual dijo Jesús:
—¿No son diez los que han quedado limpios? Los otros nueve ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino sólo este extranjero?
Y le dijo:
—Levántate y vete; tu fe te ha salvado.

Habías decidido bajar a Jerusalén. Atravesabas los confines de Samaria y Galilea. Algunas gentes, que trabajaban en los campos, te saludaban al pasar. Los discípulos, en ocasiones, se entretenían a que les explicaras algo. Otros conversaban entre sí o contigo. El paso era lento, pero constante. Cuando ibas a entrar en un pueblo, diez leprosos te salieron al paso. Nadie se había enterado hasta que estuvieron muy cerca.

Los leprosos se detuvieron a cierta distancia. Sabían bien las prescripciones de la Ley. Y querían cumplirlas. Antes de llegar a tu lado comenzaron a gritar. Te pedían que tuvieras piedad de ellos. ¡Daba pena escuchar sus ruegos!

Tú, Señor, sin otro interrogatorio les dijiste que fueran a presentarse a los sacerdotes. Y ellos fueron. Mientras caminaban, se notaron curados. Sólo uno, al verse curado, volvió a darte gracias. Era un samaritano. Los otros siguieron caminando.

Tú, Señor, al ver sólo a uno te quedaste extrañado. Preguntaste por los otros nueve. Quizás tus discípulos —para justificarlos— te dijeron que Tú mismo les habías enviado a presentarse a los sacerdotes. Que quizás luego vendrían. Pero no volvieron. Como tampoco volvemos nosotros muchas veces, después de haber sido perdonados, favorecidos, ayudados.

Al leproso samaritano, recién curado, carne limpia y alma limpia, honrado y agradecido, le dijiste: levántate, y vete; tu fe te ha salvado. Y él seguro, después de darte las gracias de nuevo, se iría al sacerdote y después iría a su casa brincando de alegría.