domingo, 20 de octubre de 2013

SENCILLAS VIVENCIAS

A DIOS ROGANDO, 
PERO CON EL MAZO DANDO


Esta mañana día del Señor, como todos los domingos, desde hace ya muchos años, celebré la Misa de diez. Había menos gente. Razón: hoy se celebraba en nuestra comunidad, el día de la Parroquia y estaba programada una Misa solemne a las doce.

La liturgia de este domingo, ha incidido en la necesidad de orar. La primera lectura –del libro del Éxodo- ha tratado  de pelea y de oración; de acción del hombre y de intervención divina; y como consecuencia: la victoria de Israel sobre Amalec.

El Evangelio ha presentado la parábola de la viuda y el juez injusto, con ella la liturgia ha querido transmitir la necesidad de la oración: “es menester orar siempre y no desfallecer”.

La parábola es clara: un juez sin escrúpulos  -ni temía a Dios ni respetaba a los hombres- y una viuda, pobre y sencilla que implora justicia. El juez que se niega durante un tiempo -tal vez pensando en lo poco rentable del pleno- pero ante la insistencia de la vida –no por justicia- sino para quitársela de encima, sentencia en su favor.

Y concluye la parábola: Pues Dios, aunque parezca que tarda, que permanece en silencio –el silencio de Dios- nos hará justicia, nos escuchará y responderá a nuestros problemas. Solo exige una condición: la fe. Fe que reclama oración. 

Y es, “orando, una y otra vez”, como nos vamos haciendo a esa postura, tan necesaria –como Moisés- de tender a Dios las manos suplicantes. Acción y oración; súplica y pelea. Esa es nuestra vida. 

“A Dios rogando y con el mazo dando”. Realizar las cosas “como si dependiesen de nosotros, pero esperarlo todo como si dependiese sólo de Dios”. 

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