A DIOS
ROGANDO,
PERO CON EL MAZO DANDO
Esta mañana día del Señor, como todos los
domingos, desde hace ya muchos años, celebré la Misa de diez. Había menos
gente. Razón: hoy se celebraba en nuestra comunidad, el día de la Parroquia y
estaba programada una Misa solemne a las doce.
La liturgia de este domingo, ha incidido
en la necesidad de orar. La primera lectura –del libro del Éxodo- ha tratado
de pelea y de oración; de acción del
hombre y de intervención divina; y como consecuencia: la victoria de Israel
sobre Amalec.
El Evangelio ha presentado la parábola de
la viuda y el juez injusto, con ella la liturgia ha querido transmitir la
necesidad de la oración: “es menester orar siempre y no desfallecer”.
La parábola es clara: un juez sin escrúpulos -ni temía a Dios ni respetaba a los hombres- y
una viuda, pobre y sencilla que implora justicia. El juez que se niega durante
un tiempo -tal vez pensando en lo poco rentable del pleno- pero ante la
insistencia de la vida –no por justicia- sino para quitársela de encima,
sentencia en su favor.
Y concluye la parábola: Pues Dios, aunque
parezca que tarda, que permanece en silencio –el silencio de Dios- nos hará
justicia, nos escuchará y responderá a nuestros problemas. Solo exige una
condición: la fe. Fe que reclama oración.
Y es, “orando, una y otra vez”, como nos vamos haciendo a esa postura, tan necesaria –como Moisés- de tender a Dios las manos suplicantes. Acción y oración; súplica y pelea. Esa es nuestra vida.
Y es, “orando, una y otra vez”, como nos vamos haciendo a esa postura, tan necesaria –como Moisés- de tender a Dios las manos suplicantes. Acción y oración; súplica y pelea. Esa es nuestra vida.
“A Dios rogando y con el mazo dando”. Realizar las cosas “como si
dependiesen de nosotros, pero esperarlo todo como si dependiese sólo de Dios”.
PARA ESCUCHAR