MINEROS, VINO BLANCO Y ACEITUNAS
Tan pronto como recibí el nombramiento de
Capellán de Minas de Barruelo de Santullán, mi padre, hombre sensato y
prudente, me advirtió, cosa que siempre tuve en cuenta, que tuviera cuidado en
el trato con los mineros.
Durante la Guerra Civil Española y antes
también, en Barruelo de Santullán había existido, entre los mineros, un
ambiente anticlerical muy marcado.
Mi sorpresa fue grande, cuando el primer
domingo, terminada la Misa Mayor, a la puerta de la Iglesia, un grupo de
mineros me esperaban para que les acompañase a “tomar unos blancos”. Les
acompañé, acordándome del consejo de mi padre.
Entramos en el primer bar que encontramos. Uno de los mineros, hizo señas al camarero para que nos sierva una ronda de blancos y unas aceitunas que colocó en un plato.
Entramos en el primer bar que encontramos. Uno de los mineros, hizo señas al camarero para que nos sierva una ronda de blancos y unas aceitunas que colocó en un plato.
Mientras
tomábamos el blanco, que entraba divinamente,
hablamos y hablamos. O por mejor decir, hablaban y hablaban... Yo escuchaba, a unos
y a otros, procurando quedar bien con todos.
De pronto, el camarero a la señal de uno de
los presentes, nos sirvió otra ronda de blancos y más aceitunas. Hablamos,
hablamos…; y llegó la tercera ronda y un nuevo plato de aceitunas.
La primera impresión sobre los mineros de Barruelo, había sido muy buena. Los viejos recelos, podía con toda seguridad, dejarlos de lado. Y eso es lo que hice.