jueves, 25 de noviembre de 2010

HIGUERA
TRIGÉSIMA CUARTA SEMANA
DEL T. O. VIERNES
SAN LUCAS 21, 29-33

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://unav.es/

Y les dijo una parábola:
—Observad la higuera y todos los árboles: cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis por ellos que ya está cerca el verano. Así también vosotros cuando veáis que sucede estas cosas, sabed que está cerca el Reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.


Parábola de la higuera. La contaste para enseñarnos a vivir vigi-lantes, atentos, pisando tierra, enraizados. Nos dices: “observad la higuera y todos los árboles” ¡Cómo te gustaba que nos fijásemos en la naturaleza! ¡Cómo te fijabas Tú, Señor! Los brotes de la higuera y de otros árboles nos indican que el verano está cerca, que la vida crece, que los frutos llegan.

Pues aprended, nos repites, aprended: cuando veáis que “sucede” lo anunciado, “sabed que está cerca el Reino de Dios”.

¡Señor, explícame la parábola! Enséñame a conocerte y a conocerme; enséñame a mirar al cielo y pisar la tierra; enséñame a reconocer mis limitaciones, a admitir mis sombras, a amarte sin verte; a verte sin sentirte; Señor, enséñame la parábola.

Y entonces Tú, Señor, concluiste: En verdad os digo que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

La ruina y la destrucción de Jerusalén se cumplió cuarenta años después de tus palabras y lo vieron, por cierto, los que convivieron, Señor, contigo y escucharon tus palabras. Y, a la vez, entendieron que la ruina de Jerusalén era símbolo del fin del mundo; es decir, simbólicamente vieron el fin del mundo.

Entre las ruinas de Jerusalén y las ruinas del mundo entero, ¡cuántas vidas! ¡cuántas ruinas! Te pido que tengas piedad de nosotros; que no te olvides de la obra de tus manos; ni nos castigues como merecen nuestros pecados.

Que de las cenizas de nuestras vidas saques vida; que de la destrucción y del desastre de nuestra existencia, saques la “nueva ciudad” y el “nuevo pueblo”, la Jerusalén celeste.