EL CALVO Y LA LLUVIA
Hoy ha sido un día lleno de lluvia y de
viento, de frío y migajas de nieve. Un día de nubarrones pardos y negros y algún que
otro claro de sol, para volver de nuevo la lluvia y avisos de nieve.
Eran las seis de la tarde, cuando me dirigía
aguardar el coche en el garaje. De mi casa al lugar donde lo tenía aparcado, a
penas si habría cien metros de distancia.
En este corto trayecto me topé con
un señor, que vestía gabardina blanca y pantalón obscuro. Lucía una calva de grandes
dimensiones. Totalmente calvo. Caminaba debajo de la lluvia. Iba encogido de
hombros y como queriendo ahuyentar las gotas que caían sobre su cabeza. En su
calva reluciente botaban las gotas fuertes y gordas. Me dio lástima, pena.
Me fije especialmente en él, porque no
llevaba paraguas. Quise prestarle el que yo llevaba abierto en mi mano derecha,
pero no fue posible. En ese momento se me cayó al suelo un sobre con
calendarios que llevaba en la otra mano. Mientras lo recogí el “calvo” había
desaparecido.
Hoy se habrán vendido
muchos paraguas, quizás el hombre de reluciente calva haya comprado uno. El paraguas es para cuando llueve.
PARA ESCUCHAR
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