JUEVES DE PASCUA 2014
¡Con tu
victoria, Señor!
Saldremos de la oscuridad de la noche
a un inmenso paraíso en el que, sólo, existe el día.
Con tu victoria sobre el pecado,
intentaremos ser mejores buscando lo santo y bueno.
Con tu victoria sobre el mal,
nos alejaremos de los senderos que alejan de Ti.
De la tiniebla que nos confunde.
Del error que nos debilita.
De la desilusión que nos paraliza.
¡Con tu victoria, Señor!
Nuestro cuerpo, además de humanidad,
destilará ansias de eternidad.
De una nueva ciudad y de un nuevo rostro,
de un mañana mejor y de una felicidad fecunda,
de un futuro en el que, de verdad,
podamos decir que somos felices.
¡Con tu victoria, Señor!
La muerte será una siesta de una tarde,
un descanso para levantarnos en mañana de Pascua,
un silencio para, luego, explotar en palabras de gloria,
una humillación para, a tu voz,
estallar en existencia sin tregua, final ni llanto.
¡Con tu victoria, Señor!
Se alegra tu Iglesia toda,
esa Iglesia que, de tu costado,
sabe nutrirse de la fortaleza para el duro combate.
Se asombra tu Iglesia toda,
al verse inundados los ojos de sus hijos,
por tan luminosa claridad de tu Pascua.
¡Con tu victoria, Señor!
¡Siempre tu victoria!
Nos trae juventud y anhelos de justicia,
de futuro sin nubarrones a nuestra existencia.
Nos lleva, oh Señor, a descubrir que DIOS
aguarda con los brazos abiertos
a todos los que en la tierra le buscan y no le olvidan.
¡Tu victoria, Señor!
Saldremos de la oscuridad de la noche
a un inmenso paraíso en el que, sólo, existe el día.
Con tu victoria sobre el pecado,
intentaremos ser mejores buscando lo santo y bueno.
Con tu victoria sobre el mal,
nos alejaremos de los senderos que alejan de Ti.
De la tiniebla que nos confunde.
Del error que nos debilita.
De la desilusión que nos paraliza.
¡Con tu victoria, Señor!
Nuestro cuerpo, además de humanidad,
destilará ansias de eternidad.
De una nueva ciudad y de un nuevo rostro,
de un mañana mejor y de una felicidad fecunda,
de un futuro en el que, de verdad,
podamos decir que somos felices.
¡Con tu victoria, Señor!
La muerte será una siesta de una tarde,
un descanso para levantarnos en mañana de Pascua,
un silencio para, luego, explotar en palabras de gloria,
una humillación para, a tu voz,
estallar en existencia sin tregua, final ni llanto.
¡Con tu victoria, Señor!
Se alegra tu Iglesia toda,
esa Iglesia que, de tu costado,
sabe nutrirse de la fortaleza para el duro combate.
Se asombra tu Iglesia toda,
al verse inundados los ojos de sus hijos,
por tan luminosa claridad de tu Pascua.
¡Con tu victoria, Señor!
¡Siempre tu victoria!
Nos trae juventud y anhelos de justicia,
de futuro sin nubarrones a nuestra existencia.
Nos lleva, oh Señor, a descubrir que DIOS
aguarda con los brazos abiertos
a todos los que en la tierra le buscan y no le olvidan.
¡Tu victoria, Señor!
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