NO OS AFANÉIS POR VUESTRA VIDA
Eran seis o siete palomas. Todas iguales.
Cada una iba a lo suyo. Y todas, a lo mismo: buscaban alimento, nunca mejor
dicho, entre las piedras y baldosas del suelo. A simple vista -vista humana- no
se veía nada que coger, pero las palomas, ellas sabrán porqué, picoteaban y
picoteaban sin parar.
Ante esta simpática estampa, me quedé parado
mirando fijamente a las palomas. Lentamente, me coloqué muy cerca de ellas. Y
las palomas, sin inmutarse, seguían pica que pica sobre el suelo.
Con rapidez realicé un examen de su estado
físico. Me pareció que las palomas estaban sanas, pero hambrientas. Y sin más,
pensé en las personas necesitadas, pobres, hambrientas, solas.
Me acerqué un poco más a las palomas y ahora
sí, ahora, las palomas, todas a la vez, emprendieron el vuelo, posándose a poco
mas de treinta metros. Eran seis o siete, no las pude contar.
De de improviso, me acordé de estas palabras evangélicas: “No
os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por
vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el
cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni
siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No
valéis vosotros mucho más que ellas?"
Luego, seguí mi camino. Las palomas supongo
que el suyo. Era una mañana de invierno. Llovía y nevaba.
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