RETIRO MENSUAL EN CARLOS III
Hacia una semana que no subía a Pamplona.
Hoy, víspera de Santa Teresa, lo hago de nuevo. Acompañado de mis hermanas me
acerqué a tomar el autobús (aquí le decimos villavesa). A nuestros pies se
escapó el número cinco. Enseguida vino el tres. Poco más tarde, además,
llegaría el veintiuno.
Subimos al autobús. “Ticamos”, cada uno con
nuestra tarjeta de jubilados, que los tres somos ya jubilados. Yo subí el
primero. Me senté en un asiento libre. Teo se instaló en un asiento que mira al
revés. Merche se colocó detrás de mi.
Durante el camino, me fui fijando en los
árboles que comienzan a tirar sus hojas. También observé que la gente iba
abrigada. Es que el otoño se va colando por nuestras calles y callejas. No
había mucho público en las paradas, por lo que llegamos al Centro de la Ciudad
en un santiamén.
Me bajé en la Plaza de Merindades. Teo y Merche
siguieron hasta San Ignacio. Tuve que esperar que se abriera el semáforo.
Enseguida, Carlos III arriba, llegué hasta el número 51. Me abrió la puerta un
señor, que graciosamente me dijo que llevaba allí desde la siete de la mañana
para abrir.
Subí. Preparé para el retiro. El retiro
estupendo. Luego los saludos, las preguntas. Total: entré en la vida normal. La
vida de siempre, llena de pequeñas cosas y abierta a nuevas ilusiones. Del
fondo del alma, me ha salido esa hermosa jaculatoria aprendida de Don Álvaro: “gracias,
perdón, ayúdame más”.
PARA ESCUCHAR