sábado, 15 de mayo de 2010

CONCUSIÓN DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN LUCAS 24, 46-53


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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
— «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.» Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

“Ellos volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios... ”Con estas palabras finaliza el pasaje evangélico que conmemora el día de la Ascensión del Señor.

Era cierto que ya no podrían estar con Jesús como antes, oír su voz entrañable, disfrutar de su compañía. Pero no importaba. Jesús había sido glorificado, había subido a los cielos como triunfante vencedor. Por eso, los apóstoles “vivían alegres y bendecían a Dios”.

Los sufrimientos de la Pasión habían sido superados, los horrores de la cruz estaban ya lejos. Todo aquello ahora servía para estímulo y ánimo; para prepararse a sobrellevar los momentos difíciles que también ellos les llegarían y tendrían que superar.

Además, Jesús que les había prometido que volvería otra vez, con todo el esplendor de su majestad divina, rodeado de ángeles sobre las nubes del cielo, les confió la misión de ser sus testigos en todos los rincones de la tierra, durante todo el tiempo que dure la historia de los hombres; tenían que recoger la antorcha de manos de Cristo, alumbrar a los pueblos de su tiempo, y pasar después esa misma antorcha a otros hombres.

Y en efecto, tal como el Señor dispuso, así lo hicieron ellos. Con su palabra, y sobre todo con su vida misma, dieron testimonio de Jesucristo, encendieron el mundo frío de su época y prendieron el fuego que Jesús trajo para incendiar la tierra y el tiempo, la Historia entera.

Misión que sigue abierta para todos nosotros, seguidores de Cristo. También nosotros podemos y debemos, con nuestra vida, con nuestras palabras, anunciar el Evangelio.

Celebramos hoy la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, este año con el tema: “las nuevas tecnologías al servicio de la Palabra. El sacerdote y el mundo digital”.

Nos pide el Romano Pontífice, Benedicto XVI y nos piden los Obispos de España, en sus respectivos mensajes, de una manera especial a los sacerdotes y también a todos los fieles, que procuremos profundizar en este tema.

En sus mensajes nos advierten que “no bastan consideraciones teóricas sobre los medios de comunicación social”, sino que se requiere, sobre todo, un mayor esfuerzo práctico en proyectos y realizaciones para anunciar el Evangelio; esfuerzo que exigen una adecuada formación en los sacerdotes y la realización de una auténtica evangelización.

Para ello, piden los obispos: aceptación del evangelio, generosa aportación económica y oración constante de por parte de todos los fieles. Así sea.