viernes, 11 de enero de 2013

SENCILLAS VIVENCIAS


SABER ESCUCHAR

A hablar se aprende pronto. Se aprende, podemos decir, sin mayor dificultad. Hablar correctamente es más fatigoso, supone mayor esfuerzo. Pero hablar con elegancia, es algo todavía más difícil. Hay que estudiar, formarse y practicar mucho. El conseguir ser buen orador, depende de varias cosas: virtudes innatas de buen comunicador, circunstancias favorables, ocasiones propicias, etc. etc. Algo parecido ocurre con saber escuchar. A primera vista parece sencillo, pero hay que ejercitarse, hay que valer y, sobre todo, hay que querer. Todo esto viene a cuento, porque esta mañana me he encontrado, a la puerta de mi casa, con buen amigo. He estado con él un buen rato. Y he experimentado, que mi amigo tiene cualidades de buen hablador. Media hora juntos y no ha parado de hablar. Me ha contado cosas vividas por él hoy mismo, y también cosas de su vida pasada, de sus hijos, de sus amigos y demás parentela. Y mientras..., yo, a escuchar. Creo que he dado muestras de que soy un buen escuchador. Aunque debo añadir: hay que saber escuchar, hay que querer escuchar. Escuchar desgasta menos la garganta, pero se ponen a prueba varias virtudes: la prudencia, la justicia y otras más. Cuentan de San Josemaría que se atenía a la realidad de las cosas. Su prudencia, unida también a su sentido de la justicia, le hacía "saber escuchar” (…) "oír todas las campanas y, a ser posible, conocer al campanero".

PARA ESCUCHAR