SABER
ESCUCHAR
A hablar se
aprende pronto. Se aprende, podemos decir, sin mayor dificultad. Hablar
correctamente es más fatigoso, supone mayor esfuerzo. Pero hablar con
elegancia, es algo todavía más difícil. Hay que estudiar, formarse y practicar
mucho. El conseguir ser buen orador, depende de varias cosas: virtudes innatas
de buen comunicador, circunstancias favorables, ocasiones propicias, etc. etc. Algo
parecido ocurre con saber escuchar. A primera vista parece sencillo, pero hay
que ejercitarse, hay que valer y, sobre todo, hay que querer. Todo esto viene a
cuento, porque esta mañana me he encontrado, a la puerta de mi casa, con buen
amigo. He estado con él un buen rato. Y he experimentado, que mi amigo tiene cualidades
de buen hablador. Media hora juntos y no ha parado de hablar. Me ha contado
cosas vividas por él hoy mismo, y también cosas de su vida pasada, de sus
hijos, de sus amigos y demás parentela. Y mientras..., yo, a escuchar. Creo que he
dado muestras de que soy un buen escuchador. Aunque debo añadir: hay que
saber escuchar, hay que querer escuchar. Escuchar desgasta menos la garganta,
pero se ponen a prueba varias virtudes: la prudencia, la justicia y otras
más. Cuentan de San Josemaría que se atenía a la realidad de las cosas. Su prudencia, unida también a su
sentido de la justicia, le hacía "saber escuchar” (…) "oír todas las campanas y, a ser posible, conocer al
campanero".
PARA
ESCUCHAR