domingo, 5 de septiembre de 2010

VIGÉSIMA TERCERA SEMANA DEL T. O.

LUNES
SAN LUCAS 6, 6-11

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK. http://www.vatican.va/

Otro sábado entró en la Sinagoga y se puso a enseñar. Y había allí un hombre que tenía seca la mano derecha. Los escribas y los fariseos le observaban a ver si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pe-ro él conocía sus pensamientos, y dijo al hombre que tenía la mano seca:
—Levántate y ponte en medio.
Y levantó y se puso en medio. Entonces Jesús les dijo:
—Yo os pregunto: ¿es lícito en sábado hacer el bien o hacer el mal, salvar la vida de un hombre o perderla?
Entonces, mirando a todos los que estaban a su alrededor, le dijo al que tenía la mano seca:
—Extiende tu mano.
El lo hizo, y su mano quedó curada. Ellos se llenaron de rabia y comenzaron a discutir entre sí qué harían contra Jesús.

Un sábado más, Señor, entraste en la Sinagoga. Y comenzaste a enseñar. Era la Sinagoga un lugar propicio y un momento favorable para extender tu doctrina. La gente te escuchaba con atención, te oía con piedad y aprendía de Ti muchas cosas.

Entre los asistentes, Señor, se encontraba un pobre manco. ¿Habría llegado allí de buena fe? ¿o habría sido llevado por los fariseos como cebo? No lo sabemos. Si sabemos que “los escribas y los fariseos te observaban a ver si curabas en sábado”. Los fariseos Te tenían ganas, pero necesitaban pruebas.

Y Tú, Señor, que conocías los pensamientos de todos —también las malas ideas de aquellos fariseos— dijiste al enfermo: levántate y ponte en medio. Y él, obediente, se levantó y se puso en medio. A continuación preguntaste: qué os parece, ¿es lícito en sábado hacer el bien o hacer el mal, salvar la vida de un hombre o perderla? Nadie se atrevió a abrir la boca; nadie dijo nada; todos dieron la callada por respuesta.

Entonces Tú, Señor, mirando a todos los que estaban alrededor, con talante seguro y dominando la escena, dijiste al manco que extendiera su mano. El lo hizo, y su mano quedó curada.

¡Habías realizado, Señor, otro milagro! Con toda probabilidad, aunque nada dice el evangelista, algunos se alegrarían en su interior, incluso se atreverían a felicitarte por el hecho. Pero otros, los fariseos en cambio, se llenaron de rabia y comenzaron a discutir entre sí qué harían contigo”.

Antes de terminar, te pido, Señor, que alumbres mis senderos; que escuche tus palabras y goce después de tus acciones divinas.