domingo, 20 de enero de 2013


INUNDACIONES

Y sigue lloviendo. Es obligado, por tanto, seguir hablando de la lluvia.
¡No para de llover!
¡Cómo cae!
¡Los pantanos estarán a rebosar!
¡Lo peor es que se desbordan los ríos!
¡Cierto!
¡Así es!.

Esta era la conversación que mantenía ayer en la calle con un amigo. Íbamos los dos con los paraguas abiertos. Llovía a cántaros. Nos paramos y hablamos.

Después de las frases arribas recogidas, mi buen amigo apostilló: “Y lo malo de las riadas para las huertas, es que se lleva la buena tierra por delante y luego cuesta mucho tiempo en restablecerlas”.

No se si por defecto profesional o porqué, lo cierto es que enseguida comparé los prejuicios de las riadas, con los desastres que dejan en el alma las malas costumbres. ¡Como con las huertas, cuánto cuesta volver a vivir las virtudes.

Moraleja: “Prepararse para evitar inundaciones en el alma y si llegan restablecer de inmediato el alma”.

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