INUNDACIONES
Y sigue
lloviendo. Es obligado, por tanto, seguir hablando de la lluvia.
¡No para de
llover!
¡Cómo cae!
¡Los
pantanos estarán a rebosar!
¡Lo peor es
que se desbordan los ríos!
¡Cierto!
¡Así es!.
Esta era la
conversación que mantenía ayer en la calle con un amigo. Íbamos los dos con los
paraguas abiertos. Llovía a cántaros. Nos paramos y hablamos.
Después de
las frases arribas recogidas, mi buen amigo apostilló: “Y lo malo de las riadas
para las huertas, es que se lleva la buena tierra por delante y luego cuesta
mucho tiempo en restablecerlas”.
No se si
por defecto profesional o porqué, lo cierto es que enseguida comparé los prejuicios
de las riadas, con los desastres que dejan en el alma las malas costumbres. ¡Como
con las huertas, cuánto cuesta volver a vivir las virtudes.
Moraleja: “Prepararse
para evitar inundaciones en el alma y si llegan restablecer de inmediato el
alma”.
PARA
ESCUCHAR