Caminante, son tus huellas / el camino y nada más; / Caminante, no hay camino, / se hace camino al andar. / Al andar se hace el camino, / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar. / Caminante no hay camino / sino estelas en la mar.
DÍA 13 DE JULIO DE 2011
Un día más de vida. El ecuador de las fiestas de San Fermín pasa a nuestro lado. Aunque en el barrio en el que vivo, a penas se nota su fuerza. Pero también por aquí pasa el tiempo. Son las ocho de la mañana, once de julio de 2011. Ahora mismo a lo lejos, oigo el cohete anunciador del quinto encierro. Sigo atareado en mis cosas. Minutos después, suena de nuevo el cohete. Esta vez para avisar que el encierro ha terminado. No anuncia si con buenos o malos resultados. Sólo informa que la pesadilla por hoy ha terminado. Salgo de casa y me dirijo a la Iglesia. Abro la puerta y entro en templo. Se encuentra sombrío y solo. Enciendo las luces y sentado en el tercer banco comienzo la oración de la mañana. Estoy solo ante Dios en su inmensidad y misterio, yo criatura débil y necesitada. Después de hacer la oración preparatoria, le hablo de mis cosas, de mis preocupaciones, de mis proyectos. Y El me habla de sus dones y promesas. Yo le pido con fe y El con generosidad me responde. El me exige, a mi, a veces, me cuesta entender sus propuestas. Así es Dios y así somos los hombres. Caminamos por caminos distintos aunque deseemos ir por la misma senda. En estos pensamientos estaba, cuando oigo el móvil; me llega un mensaje; abro y leo: "mis caminos, no son tus caminos". Así es y así lo comprobamos, aunque nos cueste entenderlo. Con esta idea, sigo mi oración de la mañana. El ruido de unas palomas que transitan por el tejado, me distraen un momento. Vuelvo de nuevo a tirar de la soga para sacar agua del pozo. Y repito como un estribillo: "mis caminos, no son tus caminso". Ahora dirijo mis ojos al Sagrario, donde creo que está verdaderamente presente el Señor, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad; y le digo: "Señor, que vea, que veamos, que vean". Y sigo meditando. Allá a lo lejos, el ruido de las fiestas. Aquí muy cerca, el Dios tres veces santo. Y termino como lo hago siempre: "Te doy gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, efectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación, te pido ayuda para ponerlos por obra, Madre mía Inmaculada, San José mi Padre y Señor, Angel de mi Guarda, interceded por mi". Amén.
PICA AQUÍ
http://www.opusdei.es/art.php?p=28370