EN TREN, A MI PRIMER DESTINO
ESTACIÓN DE FERROCARRIL. OSORNO LA MAYOR |
Fueron pocas cosas: un par de mudas, el
pijama, los útiles de afeitar, el breviario recién estrenado, un Nuevo
Testamento. Y poco más. Mi idea era, presentarme al Párroco, saber sus planes y
volver de nuevo unos días a Villasarracino. Por eso, pensaba que no necesitaba
llevar muchas cosas.
A eso de media tarde, me trasladé en una DKW del
pueblo, a Osorno. Allí cogería el tren que iba de Palencia Santander y llegar
hasta Aguilar de Campoo, donde debería tomar otro tren dirección de Barruelo de
Santullán.
Me acompañaron hasta Osorno, mi padre y algún
hermano, no recuerdo quien. Allí, en la sala de espera de la estación de
Osorno, mientras llegaba el tren, mi padre me repitió, una vez más, los sabios
consejos que ya me había dicho antes: “no hables mucho al principio, ve y
observa; ten cuidado con los mineros, ya sabes como son…; con el Párroco se
amable y atento”.
A la hora prevista llegó el tren. Me despedí
de los míos. Subí al tren y traté de buscar asiento. Enseguida me acomodé en un
viejo departamento en el que viajaban tres personas: un matrimonio mayor y un señor
de unos treinta años. El saludo de rigor y a esperar la salida.
Me asomé a la ventana y con la mano me
despedí de mi padre y hermanos, mientras en la cabeza me iban dando vueltas los
sabios consejos de un viejo labrador.
Seguiré mañana.