martes, 27 de abril de 2010

CUARTA SEMANA DE PASCUA

MIÉRCOLES
SAN JUAN 12, 44-50   

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Jesús clamó y dijo:
—El que cree en mí, no cree en mí, sino en Aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo soy la luz que ha venido al mundo para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas. Y si alguien escucha mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. Quien me desprecia y no recibe mis palabras tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ésa le juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por mí mismo, sino que el Padre que me envió, Él me ha ordenado lo que he de decir y hablar. Y sé que su mandato es vida eterna; por tanto, lo que yo hablo, según me lo ha dicho el Padre, así lo hablo.

Y seguiste hablando. Ahora decías: el que cree en Mí, no cree en Mí, sino en Aquel que me ha enviado. Aunque parece un juego de palabras, se trata de una importante afirmación en la que se encierra una profunda enseñanza trinitaria. Y añadiste: el que me ve a Mí, ve al que me ha enviado, que era como decir que Tú, Señor, eres el rostro de Dios, el camino hacia el Padre.

Decías también que Tú habías venido al mundo como luz; que el que cree en Ti no anda en tinieblas. Ayúdanos, Señor, a aceptar esa luz que eres Tú; ayúdanos a caminar en la claridad de tu doctrina, en la seguridad de tu presencia.

Hablabas de juzgar y de salvar; de que Tú no habías venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. Sálvanos, Señor, a todos, danos tu gracia y tu amistad; ahora, en la tierra y por toda la eternidad en el cielo. Y ayúdanos a recibir tus palabras, a cumplir tus mandamientos.

Insistías de nuevo que Tú venías enviado de Dios; que estabas cumpliendo la voluntad del Padre; que hablabas y enseñabas de lo que se te había mandado. Y que estabas convencido que así, obrando de este modo, cumplías la voluntad del cielo.

Y añadiste que todo lo que Tú hablaste y dijiste, era encargo del Padre. Y todo lo que los apóstoles hablarían después era encargo tuyo: “como el Padre me ha enviado, así os envío yo”.