De Don Manuel Palacios, Párroco de Barruelo
de Santullán, aprendí, como vengo escribiendo en estos recuerdos, muchas cosas
de la vida pastoral de la parroquia.
Con la paciencia y sabiduría, propias de un sacerdote con muchos años y mucha experiencia a sus espaldas , nos fue enseñando a servir a los feligreses, mayores y pequeños.
Con la paciencia y sabiduría, propias de un sacerdote con muchos años y mucha experiencia a sus espaldas , nos fue enseñando a servir a los feligreses, mayores y pequeños.
Hoy quiero recordar un encargo que me
encomendó en la Cuaresma. “Se trata –me dijo- que des unos ejercicios
espirituales a un grupo de niños de la escuela. Siguiendo este esquema: una
meditación por la mañana y otra por la tarde”.
Me pareció genial. En el Seminario había
dedicado mucho de mi tiempo libre, a aprender a tratar a los niños en la
Catequesis. Era esta, una feliz oportunidad de demostrarme a mí mismo y, a la
vez, al propio Párroco, que lo que había aprendido en el Seminario servía para
algo.
Estos ejercicios espirituales duraron tres
días. Dos para exponer algunas verdades de la fe cristiana y su aplicación en
la vida, y un día más dedicado a confesar, previa preparación.
El primer día hablé de Dios creador, de Dios Redentor
y de Dios Santificador, de la oración, el trabajo. El segundo, hablé de la Iglesia,
de la Misa, de los Sacramentos y de la Virgen María.
Entre otras anécdotas conté la "del sabio y el barquero", que se resume en estos versos: "La
ciencia más acabada // es que el hombre en gracia acabe, // pues al fin de la
jornada, // aquél que se salva, sabe, // y el que no, no sabe nada".
Aquellos ejercicios fueron todo un éxito.