miércoles, 13 de octubre de 2010

VIGÉSIMA OCTAVA SEMANA T. O.

JUEVES
SAN LUCAS 11, 47-54

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
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¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así pues, sois testigos de las obras de vuestros padres y consentís en ellas, porque ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo la sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y Apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán, para que se pida cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas, derra-mada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la san-gre de Zacarías, asesinado entre el altar y el Templo. Sí, os lo aseguro: se le pedirá cuentas a esta generación. ¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, porque os habéis apoderado de la llave de la sabiduría! Vosotros no habéis entrado y a los que querían entrar se lo habéis impedido. Cuando salió de allí, los escribas y fariseos comenzaron a atacarle con furia y a acosarle a preguntas sobre muchas cosas, acechándole para cazarle en alguna palabra.

Seguiste, Señor, con tus “ayes” de lástima y pena. Eran ayes a casos conocidos por todos: edificar mausoleos para profetas ajusticiados; unos hacen obras, otros aplican el castigo. Y esto, Señor, te dolía, por eso lo denunciabas.

El tema de los profetas era un asunto peliagudo. Hasta la sabiduría de Dios lo había recogido en su historia: “les enviaré profetas y Apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán, para que se pida cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, asesinado entre el altar y el Templo”. ¡La sabiduría de Dios!

¡Ay de los que os habéis apoderado de las llaves de la sabiduría! Tú, Señor, te detienes en señalar tres consecuencias de esa actitud: puede llevar a los demás a transgredir las leyes sin saberlo, e incluso a la muerte de los justos; y puede hacer imposible la salvación .

Cuando terminaste, Señor, saliste de allí, vinieron los ataques. Los de siempre: los escribas y los fariseos: que si eras muy duro, que si ya estaba bien de tanto atacar, que haber cómo respondías a las preguntas que te iban a formular...

Y ellos —los de siempre, los escribas y fariseos— comenzaron a atacarte, con furia y desdén; y comenzaron a acosarte a preguntas sobre muchas cosas; toda su ilusión era cazarte en alguna palabra, para poder acusarte y más tarde condenarte.