domingo, 16 de mayo de 2010

SÉPTIMA SEMANA DE PASCUA

LUNES
SAN JUAN 16, 29-33

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Le dicen sus discípulos:
—Ahora sí que hablas con claridad y no usas ninguna comparación; ahora vemos que lo sabes todo, y no necesitas que nadie te pregunte; por eso creemos que has salido de Dios.
—¿Ahora creéis? —les dijo Jesús—. Mirad que llega la hora, y ya llegó, en que os dispersaréis cada uno por su lado, y me dejaréis solo, aunque no estoy solo porque el Padre está conmigo. Os he dicho esto para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis sufrimientos, pero confiad: yo he vencido al mundo.

Te dijeron tus discípulos: “Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios”. ¡Qué misterio, Señor! Tanto tiempo contigo y hasta ahora no se percataron de que lo sabías todo. Ahora creen que saliste del Padre, porque ven, comprueban, experimentan.

¿Ahora creéis? Y les anunciaste que estaba cerca la hora de la dispersión, del abandono, de la traición, de la infidelidad. Era como decirles, ahora que lo entendéis todo, que os parece que creéis en Mí, que me seguís de verdad, ahora me vais a dejar solo. Pero para eso he venido.

En realidad, “no estoy solo, porque está conmigo el Padre”. Y si está el Padre, está el Espíritu Santo; es decir, Tú, Señor, nunca estás solo, pero sí abandonado; abandonado de “los tuyos” y del Padre: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?

“Os he hablado de esto para que encontréis la paz en Mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: Yo he vencido al mundo”. He aquí, pues, la lección: la paz está en Ti, Señor, en Ti tendremos que buscarla.

Tus discípulos, Señor, te entendieron, te siguieron, dieron la vida por Ti.