martes, 16 de marzo de 2010


Cuarta Semana de Cuaresma
MIÉRCOLES
San Juan 5, 17-30


Jesús les replicó:
—Mi Padre trabaja no deja de trabajar, y yo también trabajo.
Por esto los judíos con más ahínco intentaban matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
Respondió Jesús y les dijo:
—En verdad, en verdad os digo que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; pues lo que Él hace, eso lo hace del mismo modo el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que Él hace, y le mostrará obras mayores que éstas para que vosotros os maravilléis. Pues así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida a quienes quiere. El Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha dado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado.
»En verdad, en verdad os digo que el que oye mi palabra y cree en el que me envió tiene vida eterna, y no viene a juicio sino que de la muerte pasa a la vida. En verdad, en verdad os digo que llega la hora, y es ésta, en la que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan vivirán, pues como el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado al Hijo tener vida en si mismo. Y le dio potestad de juzgar, ya que es el Hijo del Hombre. No os maravilléis de esto, porque viene la hora en la que todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron el bien saldrán para la resurrección de la vida; y los que practicaron el mal, para la resurrección del juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo: según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad sino la voluntad del que me envió.

Un día hablaste, Señor, a los judíos. Les dijiste algo aparentemente simple, pero lleno de una carga religiosa importante. “Mi Padre sigue actuando y yo también actúo”. Te manifestaste, Señor, Hijo de Dios. El Padre actuaba. Así Tú, Señor, también actuabas. ¿Era esto una blasfemia?Así lo entendieron los judíos. Y por eso decidieron quitarte del medio. Para ellos, Señor, no sólo quebrantabas el sábado, sino que te llamabas Hijo de Dios. Te hacías igual a Dios.

Y entonces Tú, Señor, comenzaste a hablar de forma extraordinaria; dijiste unas cosas maravillosas. Dijiste que no actuabas por tu cuenta: que hacías y haces lo que el Padre hace; que Él te ama; que Él te quiere y se sirve de Ti para llegar a los hombres; que como Él, Tú también das vida; que El te ha constituido juez; que quiere que los hombres te honren y honren también al Padre; que quiere que escuchen tu Palabra que es la suya; que te amen para amarle a Él; que para vivir vida verdadera hay que oírle a Él; que para amarle hay que dar la vida. ¡Maravilloso todo!

Y además, anunciaste hechos extraordinarios: resucitar muertos; promesa de vida eterna y anuncio de resurrección, de condena. Y otra vez dijiste que Tú hacías lo mandado, que no buscabas tu voluntad sino la voluntad del que te envió. Había sido aquella una escena llena de tensión, de anuncios, de promesas.