NO DEJES
PARA MAÑANA,
LO QUE
PUEDAS HACER HOY
Ayer se me
olvidó instalar la alarma. Resultado: Me levanté una hora más tarde.
Consecuencias: No pude rezar el oficio divino a la hora acostumbrada, tuve que desayunar
más tarde y más rápido, cuando me fui a la Parroquia, no encontré a la señora
que con su carro todos los días se dirige a la compra, ni a los niños y niñas
que cada mañana van al Colegio, ni al jardinero que “siempre riendo” recoge las
basuras de la calle, ni al dependiente que prepara las cajas de fruta en su
tienda, ni al camión de la basura junto a los contenedores, ni a la joven que
pasea a su perro….
Nada fue lo
mismo esta mañana. Ni afuera en la calle ni dentro en el templo. Porque si
fuera cambió el panorama, dentro no fue distinto. Allí estaba el fiel sacristán
extrañado de que no llegase a la hora de siempre. Por su cabeza -luego me cometo-
pasaron mil conjeturas: olvido, cambiado, enfermedad.
Al fin todo
se arregló. Eso sí, recuperando el tiempo perdido. Y como además no hay mal que
por bien no venga, saqué de nuevo la lección que recoge este refrán: “No dejes
para mañana lo que puedes hacer hoy”.
PARA ESCUCHAR
http://www.opusdei.es/art.php?p=51865