DÍA 20 DE FEBRERO
Por ello, decimos nosotros, que esta ciudad tan orgullosa en otros tiempos de si misma, tan honorable durante siglos, se muestra desde su derrota arisca, no se deja ver y ha querido permanecer oculta, enterrada y avergonzada, tal vez, por haber sido vencida y no quiere enseñar nada de sus restos a los extraños que por estos pagos han venido.
Muchos la están buscando desde hace siglos y escriben y hablan de ella en libros y tratados y se afanan en estudios, descripciones y proyectos, aseverando que conocen dónde se encuentra y la colocan en lugares dispares y lejanos, en encrucijadas de caminos antiguos y vías romanas de la gran mesera castellana.
Nosotros, nos lo dice el corazón, presentimos que se esconde aquí y quizá tengamos que ser los paredeños, por afecto, hermandad y parentesco lejano, por derecho propio, los que nos acerquemos a ella para intentar liberarla, sin levantar los recelos o sospechas que provocan los buscadores de tesoros, y sacarla así de este letargo milenario.
Creemos que, en el fondo, es lo que quiere, no en vano durante años nos ha ido enseñando, nos ha dado a conocer pequeños muestras de su existencia, sacando a la superficie restos de su antiguo ser. Incluso algunas veces ha sido más generosa y en las tardes de otoño, cuando las tierras agrícolas habían sido aradas y regadas de agua celestial, aficionados y amantes de lo desconocido, merodeando por el lugar, encontraron aquello que buscaban. Y enriquecidos de ilusión y ánimo mantienen en su interior, como si de un tesoro se tratara, viva la idea de que estos campos hoy tan solitarios y olvidados, encierran en sus entrañas un inquietante pasado, que otros, más implicados y sin justificación posible, han querido olvidar.